Relaciones y EM
Parece que cuando tenemos un diagnóstico de esclerosis múltiple la vida, tal y cómo la habíamos imaginado, ya no puede darse (lo que a un proyecto de vida venimos refiriéndonos). Y no es así.
Actualmente la EM es una enfermedad me muy larga duración. Los pacientes deciden aparcar sus proyectos de vida: parejas, viajes, hijos, casas… En ocasiones hacer ver cómo que la enfermedad, el diagnóstico no existe y seguir adelante con lo que tiene planeado, a pesar de que sí existe el diagnóstico. Tanto una situación como la otra no se ajusta a la realidad y en algún momento debe «explotar» y hacerse ver.
Aparcarlo todo porque tenemos una enfermedad no es una solución. Debemos revisar ese proyecto de vida para que nos guíe en nuestro día a día, adaptándolo a la nueva situación, conservando cosas que sí podemos llevar adelante, desechando otras que no se ajustan a la realidad e introduciendo otros aspectos nuevos que no tendríamos en cuenta.
Hacer como que no pasa nada tampoco es la solución. Nuestra vida va a cambiar con la enfermedad, depende de nostros mismos, de cómo ajustemos nuestro proyecto de vida, que le demos más o menos protagonismo a la enfermedad. Habrá cosas que podamos seguir haciendo como si nada, otras que ya no podamos hacer con la misma intensidad y ritmo que lo veníamos haciendo, pero no debemos dejar que invada nuestro día a día o ignorarla como si no existiera.
Con las relaciones ocurre lo mismo. Una relación madura con el tiempo, se adapta, adquiere hábitos nuevos, abandona otros que no le sirven. Es como un entre vivo que van modelando la pareja. Con la enfermedad ocurre lo mismo que con el proyecto de vida en la relación. Debe ocupar el sitio que le toca, ponerla en el lugar que le corresponde. Hacer ver que no tenemos una enfermedad es negar lo más evidente, y más con EM. Ésta puede mostrar más de 1000 caras diferentes a lo largo de su existencia, incluso a lo largo de un solo mes. Ocultarla, hacer ver que no ocurre nada, es como estar en un espejismo que puede acabar rompiéndose.
La relación de pareja es un vínculo muy fuerte si se trabaja correctamente. La EM a veces rompe ese vínculo si no está trabajado como debería, y en otras ocasiones lo fortalece, creando lazos, raíces y entendimiento allí donde en ocasiones no existe. Cada pareja debería trazar los límites, las bases y los fundamentos de la relación que construye contando con la enfermedad.
¿Por tener la enfermedad ya no encontraré pareja? ¿Quién va a quereme roto/a? A menudo son preguntas que se realizan en la consulta. Depende del sentido que le demos a la palabra pareja. Si es un mero encaprichamiento, un amor fugaz, una aventura, un pasatiempo posiblemente la EM tenga más peso en las decisiones de lo que cabría esperar. Si de verdad existe la intención de formar una pareja con un vínculo estable, con proyecto de vida incluido, la EM debe tener su espacio, pero no marcaría el peso de las decisiones de la pareja.
La EM marcará muchos aspectos de la relación, pero no debe dirigir la relación, ni monopolizarla, ni manipularla, ni trazar las líneas de movimiento y madurez de la relación. Y ahí cabrán maternidades/paternidades, viajes, experiencias, vivencias, risas, llantos, momentos felices, momentos no tan felices, etapas de superación, etapas de tranquilidad, proyectos de convivencia…
Es cuando la EM ya lleva muchos años de evolución donde, a pesar de tener un papel importante, debe también ocupar el sitio que le corresponde. Podrá afectar a la persona, al día a día, a los quehaceres, pero no debería tener todo el protagonismo, dependerá de nostros y de cómo hemos trazado nuestra relación y convivencia, que siga ocupando el puesto que tiene.
¿Seguimos?