Infidelidad
En ocasiones me preguntan: ¿Sandra, somos infieles por naturaleza?
Siempre respondo que no. Aunque antropólogos y animalistas os puedan decir que sí, y a pesar de que el hombre no deja de ser un animal mamífero (categorización que nos define pero que no marca lo que queremos hacer), siempre les hago notar la “intencionalidad” y la “voluntad” del control de impulsos que nos hace diferentes a cualquier otro mamífero y/o animal.
Actualmente, podríamos decir, que es del género imprudente (que los hay) ser infiel. Y si lo somos es con toda nuestra intención (característica que suele olvidársele a la persona “engañada”, ya que es más fácil atribuir al azar, al error o a la otra persona el hecho de ser engañados y despojar de cierta responsabilidad al “engañador”).
Nuestras relaciones deben estar definidas por sus componentes. Sus límites y sus “obligaciones”, aquello que queremos y no queremos, que debemos respetar y qué no, y si podemos y queremos hacerlo. Si una relación está bien definida, bien trabajada, con un objetivo claro del por qué se quiere una relación, será más fácil actuar en consecuencia, y, si no estamos de acuerdo o cambiamos de parecer, podremos renegociar los términos, trabajar en ello de nuevo o, bien, ponerle fin a la relación sin necesidad de hacer más daño y perjuicio (tanto a la pareja como a familiares).
¿Por qué somos infieles?
Hay muchas razones que nos pueden responder a esta pregunta.
- Porque nos falta algo en la relación que tenemos
- Porque complementa la relación que tenemos
- Porque nos aburrimos
- Porque no tenemos proyecto común
- Porque queremos innovar/probar/experimentar
- Porque no hay la chispa del inicio
- ….
Razones tenemos mil. La decisión última corresponde a la persona que es infiel. Hay un momento de valoración (coste/beneficio) que nos hace ver el beneficio mayor que el coste a pagar.

Siempre indico: Podéis continuar con el vínculo nuevo que se ha establecido (si es estable, claro está) o poner fin a ese compromiso de forma comprometida (valga la redundancia) antes de llegar al punto de la infidelidad.
- Es que tengo intereses, dinero, economía invertida y podría perderlo todo (entonces la finalidad o proyecto de pareja es más bien una transacción de bienes por servicios más que un amor en sí mismo, ¿no?)
- Es que también lo/la quiero (¿qué entendemos por amor, entonces? ¿saltarnos el compromiso al que hemos llegado?)
- Es que lo que no tengo en un sitio lo obtengo en otro (¿lo queremos todo sin importarnos la persona que tenemos al lado?)
- Es que llevamos muchos años, no puedo romper una relación de tanto tiempo (¿qué lo impide? La desconexión que tenemos con la pareja actual no será, al contrario, es un elemento facilitador del cambio. El compromiso tampoco, ya nos lo hemos saltado. ¿La economía? ¿un amor que no permite mantener un compromiso establecido? ¿el miedo a perder un estatus y un control?)
Podemos escribir ríos de tinta sobre el tema. En este caso cada uno actuará conforme a las herramientas que posea.
Pero, sí, hay que ser valientes y responsables, para romper una relación que no nos aporta (haya durado el tiempo que haya durado y tengamos los compromisos financieros y económicos que tengamos) y quedarnos con lo que realmente queremos. Se trata de hacer una elección, de comprometernos con lo que escogemos, y asumir las consecuencias de lo que dejamos.
Ese paso, realmente, da mucho vértigo, y no todo el mundo está dispuesto a hacerlo. De ahí que seguiremos, durante otros tantos de cientos de años más hablando de infidelidad.
¿Seguimos?