La resiliencia…
como capacidad de adaptación.
Sí, está bien tener resiliencia, hay que tenerla, cuando no hay solución a las situaciones que se nos presentan, pero…
Si hay solución, no hace falta romantizar la resiliencia. Aguantar golpes de la vida, de la gente, de las situaciones en las que nos metemos solitos, no nos va a servir para crecer, nos sirve para crear un poso de resignación, indefensión y rabia que luego va a explotar por diferentes sitios que nos nos esperábamos.
La definición según la RAE es la siguiente «Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos«.
No se es más fuerte por aguantar los tortazos a mano abierta que da la vida, ni por aguantar más. Ni en soportar lo insoportable. A veces resiliencia también es decir: «basta«, y alejarte, y decir que no se puede más con esto y buscar la paz y la tranquilidad.
Podemos adaptarnos hasta un determinado punto ante lo perturbador o la situación adversa, pero no por aguantar más cosas y más tiempo nos haremos más fuertes y seremos más válidos en la vida.
La resiliencia toma valor cuando la fuente perturbadora o situación adversa no tiene solución, ni aún diciendo basta. Ésta es necesaria cuando hay enfermedades o situaciones vitales que van a durar un largo tiempo sin posibilidad de cambio. Adaptarse no significa aceptar. Tampoco claudicar. Adaptarse significa intentar hacer las cosas de forma diferentes, afrontarlas de forma diferente y con un pensamiento y actos constructivos hacia lo que me es adverso.
¿Encontramos el cómo?