Indefensión aprendida

Indefensión aprendida

25 mayo, 2025 Estrés Psicología Psicología On Line 0

Hay un término que acuñó en su momento Seligman que es el de indefensión aprendida. También llamada desesperanza aprendida. Este término se refiere a la situación de indefensión que experimenta una persona cuando a través de diferentes intentos fallidos por resolver una determinada situación, pasa a creer que no tiene solución, aunque sí la tenga. Ya no podrá encontrarla, ya que la persona ha aprendido a que todo sale mal. Ya sea con actitudes de personas, la suya propia, situaciones ajenas y propias, etc.

Se tiene la sensación de que nada de lo que hagamos, digamos o lleguemos a hacer y decir podrá revertir una situación contraria o adversa.

Esta sensación/creencia es la que diferencia el estrés adaptativo del no adaptativo (o negativo, también llamado distrés).

En esta situación que interpretamos de forma sesgada, todo confirma nuestros peores pensamientos y presentimientos, nada de lo positivo puede filtrarse en nuestra forma de pensar, y si llega a hacerlo, lo desechamos como imposible y volvemos a lo imposible, improbable y fácilmente “pasable” en nuestro caso.

Si se mantiene en el tiempo, a lo largo de diferentes experimentos y experiencias vitales, que por enfocarlo de forma errónea y con esta sensación de indefensión, en muchas ocasiones no saldrán a lo esperado, puede llevar consigo una gran demanda emocional por nuestra parte, sentir que todo nos desborda, y, finalmente, puede desembocar en un estrés social y ansiedad social.

En estas situaciones creemos que la demanda de la sociedad hacia nosotros puede ser exigente, elevada y desproporcionada a nuestras capacidades, cuando realmente no es así. En pequeños casos sabemos cómo desenvolvernos, desarrollarnos, cómo hablar y cómo actuar, pero queda a tan pequeña escala que no somos capaces de aplicarlo a más gran escala.

Esto hará que nos vayamos escondiendo y evadiendo de esta demanda social, limitemos las interacciones con los otros y fomentemos esta sensación de indefensión. ¿Por qué? Porque nuestras interacciones sociales también nos dan y proporcionan herramientas de socialización, nos ayudan a estructurar nuestras conversaciones, nos proporcionan vocabulario fluido y recursos de comunicación. Si limitamos la comunicación y las interacciones, la agilidad y la rapidez mental, así como la fluidez, también disminuyen y se limitan.

Todo esto, a parte del daño emocional que causa el verse en estas situaciones y no saber reaccionar como reaccionaría otra persona que consideramos “normal” (ojo, que es una percepción sesgada nuestra, no la realidad), y en la comparación siempre salimos perdiendo.

¿Cómo podemos actuar?

  • No nos obliguemos a nada, pero sí que podemos hacer pequeñas inmersiones a pequeña escala, para ir confiando en nuestros recursos.
  • El aislamiento total no es bueno, a pesar de estar solos, intentemos estar cerca de grupos de personas que nos trasmitan buenas “vibraciones”. Ver las interacciones de los otros es fundamental, es en estas pequeñas interacciones cuando podemos ir viendo y aprendiendo que no todo lo que creemos tiene una base real inamovible.
  • Consultad con vuestros profesionales de la salud, ellos os darán las pautas necesarias para hacer pequeñas “desensibilizaciones” o inmersiones en las conductas y personas que intentamos evitar para no sufrir.
  • La evitación es algo muy frecuente en estos casos, y con ello aparecen los convencimientos erróneos, las excusas y las recusaciones en formato, muchas veces, de mentiras. Vamos a intentar salvar la evitación.
  • Poco a poco y buena letra. No queramos pasar de la nada al todo en formato choque, ya que consideraremos que la demanda de nuestros recursos es desorbitada y podemos sufrir aún más emocionalmente.
  • Pedid respeto por vuestra elección de ir despacio. Las necesidades del entorno no tienen por qué ser vuestras necesidades. Pero no os paréis o paralicéis. Si ocurre, por favor, consultadlo.

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