Exigir a nuestros jóvenes y obtener lo contrario
Hace unos días estuve haciendo unos talleres de inteligencia emocional en un centro de formación para jóvenes de grados superiores. Estuvimos hablando de emociones, de estados emocionales y de sentimientos. Así como de talentos, aprendizajes y motivaciones futuras.
Utilicé una aplicación informática para interactuar con ellos, haciendo preguntas y que pudieran escoger opciones o dar rienda suelta a sus opiniones, a través del móvil.
No puedo decir que me sorprendiera lo que experimenté con ellos. Siempre es grato estar con estos jóvenes que, al fin y al cabo, son nuestro futuro. Aprendemos mucho de ellos estando con ellos y hablando con ellos. Pero sí os puedo decir que me entristeció la derrota que vi en ellos.
No hablan de sus emociones, con nadie: “Sandra, para qué hablar de emociones si luego se ríen de uno”, “mi padre dice que hablar de emociones no pone un plato de comida en la mesa”.
No reconocen sus emociones, por tanto, no las trabajan, por tanto, les cuesta horrores mantenerlas observadas, entendidas y manejables.
Hablamos de talento, hablamos de lo que se les da bien o no. Puse una diapositiva de las inteligencias múltiples de Gardner (luego hablamos de Goleman y de otros), y aproveché las inteligencias múltiples para hacer una interacción con el móvil. En ella era una elección entre las 8 que Gardner estableció, y añadí una categoría más: ninguna. Esta última categoría, hubo un momento, que iba ganando.
Me entristeció que pensaran así de ellos mismos. Pregunté (suelo hacerlo mucho): “Sandra, siempre nos están diciendo que somos unos inútiles, que no servimos para nada”.
Hubo una chiquita que no respondía a las preguntas. Me indicó que no respondía porque no sabía qué quería hacer de su vida, no sabía si ahí estaba bien, estudiando. Si era eso u otra cosa: “parece que estudiar sea una obligación si no estás haciendo otra cosa, ¿aprender únicamente para trabajar? Mis padres no dejan de presionarme que aprenda para trabajar”.

La imagen es de una aplicación libre, me pareció muy agresiva, pero así es como me transmitieron que se sentían esos chicos.
Me gustó la pregunta. ¿Aprender únicamente para trabajar?Ella argumentaba que le parecía que estaba viviendo la vida que sus padres no hicieron. No era lo que ella quería. No podía hablar con ellos, no la escuchaban y acto seguido la gritaban, le indicaban lo inútil que era que no sabía ni sacar una buena nota para “lavar culos de viejos desahuciados”.
Tengo pacientes que intentan agradar a unos padres, que según ellos, ya estarían haciendo otras cosas en la vida…
¿Os habéis parado a pensar, padres, que estáis juzgando a vuestros hijos con vuestra experiencia, con vuestros conocimientos, y desde la madurez que os ha proporcionado los años?
La premura de su adultez hace que corra prisa que tomen un rumbo en la vida. Realmente, ¿sólo son temas económicos? Urge porque creemos que deben hacerse “personas de provecho”.
Hablando con ellos hay mucho más ahí detrás que no toda esa presión que están teniendo. Inculcando una presión para que ellos consigan más y mejor. Para conseguirlo, por favor, tengamos en cuenta su situación, sus preocupaciones, su entorno y su contexto, que es muy diferente al nuestro.
¿Cómo?
- Hablar con los chicos conlleva que podamos escuchar, entender y aceptar sus explicaciones
- Sus inquietudes van más lejos, en algunas ocasiones, que las nuestras propias.
- Aceptemos que somos diferentes y que nuestras necesidades no son las necesidades de nuestros jóvenes
- Planteemos escenarios, situaciones, alimentemos inquietudes y demos opciones y salidas. Si no sabemos, no podemos, pidamos ayuda para que puedan desarrollarse como jóvenes que son
- Son jóvenes, están para equivocarse. No podemos decirles que ya nos equivocamos nosotros por ellos. Deben experimentar, aprender, rasguñarse y hacerse daño para entender y adaptarse
¿Seguimos?