Cuando explicamos adicciones
Esta semana he tenido el privilegio de estar invitada para hablar de esclerosis múltiple (EM) y de hábitos de consumo de sustancias a futuros auxiliares de enfermería y auxiliares de farmacia. Estas experiencias son enriquecedoras, quiero pensar, que por ambas partes.
Suelo hacer varias actividades para que las charlas no se hagan tan pesadas, poniendo a prueba las trampas “convencionales” a las que estamos sometidos por creencias, por valores y por normas que nos son impuestos desde que somos bien pequeñitos. Sobre todo, cuando tratamos el tema del consumo de sustancias. Tendemos a juzgar sin tener toda la información, que es lo que nos pasó a todos cuando les expliqué la historia del loco y el puente. Contaba con 6 personajes, y les solicité que, por favor, los ordenaran de mayor a menor “culpable” de una situación con la información que yo les había dado.
Las elucubraciones que salieron a la luz, las suposiciones y las historias paralelas, intentando rellenar los huecos que yo había dejado expresamente por llenar. El momento fue distendido y se abrió un pequeño debate, que zanjamos indicando que no podemos juzgar la situación de una persona con la poca información que tenemos, y menos cuando detrás hay toda una historia de consumo y espiral de adicción. No solamente les debe interesar la conducta que se desarrolla post-consumo, sino que se debe tener en cuenta también toda la consulta intencionada que hay pre-consumo. Aislar un consumo de sustancias como enfermedad, y tratarlo únicamente como tal, significa parcelar y aislar la situación a variables médicas, que difícilmente, por si solas, podrán solucionar la situación. El enfoque debe ser multidisciplinar.
También ocurre cuando ese consume se produce además teniendo una enfermedad como es la EM. En estos casos resulta muy difícil dividir y parcelar qué sintomatología pertenece a la enfermedad y cuál de ella pertenece al consumo de determinadas sustancias (legales o ilegales), ya que todas ellas tienen la capacidad psicoactiva necesaria para poder modificar la conducta de la persona, ya sea por exceso o por defecto. Lo que está claro es que no volverá a ser la misma que antes de tomar, abusivamente, de sustancias.
En ocasiones estas sustancias son recetadas para poder aguantar la sintomatología derivada de la EM (neurolépticos, ansiolíticos, antidepresivos, antiespásticos, analgésicos…). Otros son experimentales como tratamientos del dolor (metadona, ketamina, mórficos varios…). Y otros son recreativos usados como evasión y/o diversión (alcohol, cannabis, cocaína, anfetamina…). Pero alguna de ellas acaba generando adicción en el paciente que las toma.
Uno de los comentarios de los chicos fue:
- “por lo que nos estás contando esta enfermedad es suficiente jodida como para andarse preocupando por si consumo o no”.
Yo le hice una pregunta:
- “¿Consideras que de perdidos al río? ¿Es eso?”.
Me miró como siempre suelen mirarme mis pacientes cuando los dejo desencajados, como si me saliera una segunda cabeza por generación espontánea al lado de la actual.
- «Bueno, visto así….»
- «¿Sabes que es no es ético, ni moral, ni por vocación lo podemos hacer? Debemos dedicarnos a las necesidades del afectado. Y no sólo del afectado, sino también de su entorno más cercano, que también se ve afectado por la enfermedad (muy a su pesar)».
Esta conversación provocó múltiples miradas entre ellos, unos cómplices, otros espantados de la ocurrencia…
Debemos tratar al paciente que ha generado una adicción a medicamentos, o a otro tipo de sustancias, desde el más absoluto de los respetos y la aceptación plena de cada caso. Somos profesionales de la salud, no somos jueces ni dictamos sentencias. Debemos afrontar de forma holística y por todos los profesionales que tratamos al paciente de forma comprensiva y comprehensiva. Y siempre, desde un enfoque bio-psico-social, que es, al fin y al cabo, el que mejores resultados ha proporcionado.
2 comentarios
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Muy buen articulo. Gracias por compartirlo.