Cuando estamos “enganchados” a una relación

Cuando estamos “enganchados” a una relación

16 febrero, 2024 Psicología Psicología On Line Relaciones 0

A menudo nos encontramos dentro de una relación en la que no estamos del todo a gusto.

Algo nos falla. No obtenemos la atención que queremos, el cariño que creemos merecer, las aventuras que queremos vivir, el feeling que necesitamos sentir…

Miramos a la persona que tenemos enfrente y parece que nos llena. Nos justificamos: es buena persona, a veces hacemos lo que nos gusta, compartimos una intendencia y una funcionalidad que parece óptima o que funciona en óptimas condiciones, pero nos sigue faltando algo.

Estamos enamorados. Porque, lo estamos, ¿verdad?

Estamos dentro de una relación, en la que funcionamos, en la que nos llegamos a medio entender, donde las peleas forman parte del día a día, donde podemos justificar los desplantes y los desaires, donde a vece soportamos salidas maleducadas, donde podemos llegar a justificar determinados comportamientos de nuestra pareja con explicaciones «rocambolescas» que si nos paráramos a pensar un poco ni a nosotros mismos nos convencerían. Pero no hay que dar que hablar. Y si hablamos corremos el riesgo de perder lo que tenemos, que al menos tenemos algo y no estamos solos…

Y esa rueda nos hace a veces estar dentro de relaciones que no nos llenan, que no nos satisfacen, porque tampoco nos permitimos comunicar, sentir y compartir como necesitamos, queremos o sabemos.

En consulta preguntamos:

  • “Oye, ¿y cómo son vuestras manifestaciones de afecto?”.
  • “Bien, el sexo bien, nos entendemos muy bien”.

Es entonces cuando asentimos con la cabeza y levantamos un ceja (bueno, yo lo hago). Entonces aclaro:

  • “No estoy hablando sólo de sexo. Estoy hablando de vuestra comunicación afectiva en el día a día, en vuestros encuentros, en vuestras tareas de funcionalidad…”
  • “Pues no, eso no lo tenemos apenas, nos hemos convertido en dos extraños en casa”.

¿Sabéis que pienso yo luego del sexo si no tenemos comunicación efectiva y afectiva? Pues sí, eso que ahora mismo estáis pensando.

Una relación de pareja debe ser algo vivo, algo que cambia a medida que cambiamos nosotros, que evoluciona con nosotros, que se retroalimenta de nuestras vivencias, nuestros cambios. Debe ser algo que se cuide de forma constante. Debe tener un poder de decisión igualitario, sin imposiciones, debe tener demostraciones de afecto (no solamente sexo), debe tener una comunicación efectiva (básico), debe saber cómo resolver los conflictos, debe tener validación y apoyo por parte de ambas partes.

También debe tener su parte de aventura, su parte cómplice, su intimidad (y no me refiero únicamente a sexo), su comprensión, su igualdad entre pares, su complementariedad, su “hoy por ti, mañana por mi”, su espacio personal para cada uno, su parte de reflexión, su compartir proyectos comunes, su apoyar proyectos individuales.

Parece algo idílico, pero no lo es. Cuando a veces en consulta indico que las relaciones son fáciles, lo difícil es el día a día, los pacientes suelen mirarme con aquella mirada que me hace pensar que me ha salido una cabeza por generación espontánea encima del hombro, acompañando a la actual. Pero es así. Una relación es fácil, lo que complica las relaciones es estar con personas que no nos convienen, con personas con las que establecemos una relación por oportunidad y sin pensar en un proyecto, en un andar por andar sin tener nada que compartir o tejer. Esas relaciones que sólo establecemos porque la otra persona nos atrae, sin pensar que debe tener algo más que esa atracción, no acaban funcionando, o si funcionan, no lo hacen de la forma que nos llena ni nos completa, que no hace que nos sintamos apoyados y, ni mucho menos, validados.

La mera atracción no es motivo suficiente para establecer una relación duradera y sana. En una relación duradera y sana, debe haber otros componentes en los que trabajar día a día y que deben evolucionar con nosotros.

Aún teniendo un proyecto de futuro, en ocasiones, nos encontramos inmersos en estas relaciones por oportunidad, de las que ya hemos tejido un entramado de justificaciones que nos resulta difícil de desenredar: convivencia, préstamos, hijos, relaciones familiares y de amistad… Todo ello nos justifica que sigamos dentro de una relación que no nos llena, no nos satisface y nos conlleva malestar, situaciones de engaño y mentiras, a veces infidelidad… Pero seguimos ahí metidos, sin poder salir, justificando hasta la extenuación, esos lazos que ya apenas nos sostienen de la fragilidad a la que están sometidos.

¿Qué nos retiene en la relación? ¿Es ese término mal usado: «responsabilidad afectiva«?

La responsabilidad afectiva, que no entraré ahora en definirla, hacia nosotros y hacia los demás sería aceptar que hay algo que no funciona, que no está bien, e intentar solucionarlo. No es una situación de hastío, de dejar pasar las cosas, de no comunicación, de dejar los días pasar a ver si la cosa mejora con el tiempo. Recordad que no somos vinos.

Establezcamos relaciones sanas y duraderas, donde la comunicación de nuestras necesidades y la expresión de nuestro cariño sea uno de los ejes principales (que no todos los ejes).

¿Seguimos?

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