Cuando el cambio es imperativo.
Cuando nos planteamos un cambio, debemos contar con nuestras emociones, éstas guiarán, nos guste más o nos guste menos, dicho cambio.
Llega una determinada edad en que ya no podemos echarle la culpa de lo que nos ocurre a nuestros progenitores. Sí, es cierto que nos han condicionado, pero desde que tomamos nuestras propias decisiones, somos responsables de lo que ocurre.
Y es que la inercia que tomamos cuando hemos crecido, condicionados por nuestra educación y nuestros valores que nos han trasmitido, nos hacen seguir actuando de formas que no queremos, no nos sirven o nos sientan mal. Pero seguimos anclados a un respeto, una veneración (en ocasiones), una educación y una presión social, entre otras, a seguir obedeciendo y actuando como nos enseñaron. Sea esto lo que nos convenga o no.
Y cuando ya no nos sirve como funcionamiento, porque somos disfuncionales o no funcionales o afuncionales, vaya usted a saber, solemos mirar atrás, buscando respuestas y responsables y acabamos dándole la culpa a los que lo hicieron como pudieron, con las herramientas que tuvieron y de la forma que alguien les dio a entender. Algunos con mucho amor, otros con más o menos acierto, otros sin acierto alguno, algunos con mala, digamos, leche, y algunos pocos, con maldad.
Pero llegado un momento en que debemos responsabilizarnos de nosotros mismos, ir culpando a los que hemos dejado atrás, suena a justificación. Para apaciguar nuestras conciencias… Somos como somos, es verdad, pero podemos ir modificando determinados aspectos de nosotros que no nos gustan, nos generan malestar o inadaptación al entorno en el que estamos inmersos.
Y llega el cambio, o la necesidad de él. Y la efectividad, la eficacia y la eficiencia de este cambio dependerá de los pasos que demos y de las emociones que nos ayuden en ello.
«¿Podría decir que no disfruto en absoluto sirviendo con humanos? Sus ilógicas y estúpidas emociones son una irritación constante.» (Sr. Spock, Day of the Dove, de Star Trek)
Realizar cambios en conductas establecidas y que venimos realizando desde hace tantos años, puede provocar incomodidad. El propio cambio nos hace estar incómodos:
- Debemos ver alternativas diferentes
- Nos hacen pensar diferente
- Hacemos cosas diferentes
- Algunas de las cosas son diametralmente opuestas a lo que venimos haciendo
- Nos hacen replantearnos hechos pasados
- Revisamos hechos pasados y los reprobamos con lo que sabemos ahora
- Desnormalizamos acciones que estaban muy establecidas y pautadas
- Nos hace estar incómodos y a disgusto con lo que hemos sido y pensado hasta el momento.
- Nos causan vértigo de todo lo que tenemos por delante
- Hay que pensar y actuar de forma diferente
- En algunos casos debemos establecer límites donde antes no los había
- Debemos confrontar a gente con la que tenemos, en ocasiones, conductas de sumisión o dependencia.
Todo esto y más acciones nos hacen estar a disgusto. En ocasiones ni siquiera entendemos el por qué de algunos cambios. Sabemos que son necesarios, pero no el por qué de hacerlo. Y esto también nos pone incómodos.
“Últimamente, cada vez que se acerca la fecha de vernos, me agobio mucho, me estreso e incluso me enfado. Creo que es porque sé que vamos a hablar de cosas que me importan y que están ahí, y que a veces se remueven, aunque yo no quiera”.
Llegados a este punto: “he pensado en pausar la terapia”, “no veo en qué me está ayudando la terapia”, “la terapia no funciona” …
No es que no funcione la terapia. Es que estás incómodo con lo que está sucediendo y resulta más fácil torear lo que llevamos tiempo haciendo, que afrontar el cambio en su totalidad. Si aguantamos esta incomodidad, esta sensación adversa de estas emociones que se “desbaratan” cuando realizamos cambios (algunas placenteras, otras no tanto), y acabamos modificando nuestras conductas, el resultado es que acabamos teniendo conductas con las que nos relacionaremos con el mundo de forma adecuada, sana y efectiva.
Llegados a este punto, habladlo con vuestros terapeutas. La terapia se hace de forma conjunta terapeuta/paciente, no se hace sola o sólo por un lado. Siempre encontraremos la forma de poder avanzar, de poder apaciguar esas emociones que nos condicionan en nuestras acciones.
¿Seguimos?
2 comentarios
Superinteresante, Sandra. Debemos responsabilizarnos de nuestrios actos y trabajar siempre para mejorar.
¡Gracias por el comentario, Míriam! <3